miércoles, 29 de mayo de 2013

Com ensenyar a conèixer i gestionar les emocions als nens i joves

En aquest programa de Redes para la ciencia l'Elsa Punset, entrevista al René Diestra i mostra les avantatjes   que  l'aprenentatge d'habilitats socials i emocionals aporten al desenvolupament dels nens i dels joves.



martes, 28 de mayo de 2013

Cuidar a los hijos, sí, pero menos

De La Vanguardia

La hiperpaternidad se ha convertido en un modelo educativo habitual en las sociedades más acomodadas. Sin embargo, son muchos los expertos que creen que es necesario estar menos pendientes de los hijos, por su propio bien

Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que a los niños no se les hacía demasiado caso. Sin ir muy lejos, la abuela de quien escribe, cuando un nieto o nieta se ponían pesaditos, recomendaba actuar ante ellos: “Como si fueran muebles”. Una mesa, una silla o un armario. Ignorarlos hasta que se les pasara la rabieta o dejaran de dar a lata. El “ya encontrarás algo para hacer” era asimismo otra respuesta habitual al clásico “me aburro”. Se consideraba que el distraerse era tarea de los niños, no de los padres, y que uno era capaz de hacerlo solo.
El escritor inglés D.H. Lawrence (1885-1930) también creía que no hacerles mucho caso a los críos era lo más conveniente para su bienestar. Sus tres reglas para empezar a educarlos (“dejarlos en paz, dejarlos en paz y dejarlos en paz”), lo atestiguan. Es una faceta de la respetada educación inglesa, que ha tenido como una de sus bases un cierto desapego con los hijos (no en vano son los inventores de las nannies y de los internados). También lo era el no comentar en público las virtudes de un retoño, lo que se consideraba totalmente inadecuado. Algo similar, aunque pasado por el tamiz más cálido del Mediterráneo, sucedía aquí: si en una reunión social alguien preguntaba por los niños, estos estaban “bien” o “muy bien” y punto. También, hasta no hace mucho, los niños tenían tardes libres y agendas con espacios en blanco y con un vago “iros a jugar por ahí” se resolvían muchos sábados y domingos.
“La frase de ‘hacer como si fueran muebles’ era habitual durante mi infancia”, recuerda Antonio, un barcelonés de 66 años, abuelo de seis nietos. “Y cuando mis hermanos y yo tuvimos hijos pequeños, la utilizábamos de vez en cuando… En vez de mimarlos y consentirlos, como se hace ahora, se optaba por no hacerles tanto caso a los niños, que se distrajesen solos. No iba tan mal: considero que ahora se les presta demasiada atención”.
No es el único. Cada vez son más los expertos en educación que creen que se ha evolucionado del modelo mueble al modelo altar demasiado rápido. En pocos años, los hijos han pasado a convertirse en el centro de la familia y, a menudo, alrededor suyo orbitan los progenitores, dispuestos a ejercer, con la mejor de las intenciones, de superpadres. Su misión es darles el máximo posible a su prole: la mejor educación, las mejores extraescolares, el mayor número de experiencias, viajes, espectáculos, actividades lúdicas y entretenimientos varios. El objetivo: que estén sobradamente preparados para un futuro que, dada tanta inversión de tiempo, dinero y esfuerzo, tiene que ser brillante.
Como tantas otras cosas, este modelo de paternidad a tope o hiperpaternidad, se origina en EE.UU. De este país procede también la psicóloga Madeline Levine, en cuyo libro El precio del privilegio (Miguel Ángel Porrúa editor), empezó a tocar la cuestión de los niños hiperpaternizados. Su último trabajo, Teach your children well (Enseñe bien a sus hijos) ya se centra en los excesos cometidos y llega a la contundente conclusión de que la actual versión norteamericana de lo que supone el éxito es “un fracaso”.
Levine lleva 30 años tratando a adolescentes en una de las zonas más ricas de San Francisco. Su experiencia le dice que el modelo de crianza basado en una constante atención y grandes expectativas por lo que los hijos hacen, estudian, llevan, tienen o logran, no funciona. En una cultura tan competitiva como la estadounidense, la paternidad se convierte en una especie de carrera sin descanso, cuya meta es lograr que el hijo o la hija triunfen. Los hiperpadres, destaca Levine, se dan especialmente en las clases más acomodadas y suelen tener un plan trazado para sus retoños desde la cuna. La atención podría acabar cuando los hijos ingresan en la universidad de élite, la soñada por los progenitores, pero incluso en estos lugares que antes solían estar poblados de jóvenes independientes, han entrado los hiperpadres. En los campus norteamericanos cada vez son más comunes los papás y mamás que acompañan a sus hijos a las entrevistas con los profesores o que se ocupan de su intendencia diaria.
Así, después de muchos años escuchando en su consulta a chicos y chicas que objetivamente lo tienen todo, pero que se sienten frustrados e infelices e instan a sus padres “a tener una vida” fuera de la suya, Levine se ha convertido en una de las abanderadas del underparenting, que reivindica ejercer de padres de forma menos intensa, cambiando las prioridades. “En la paternidad se llega a un punto en el cual debemos decidir si mantener el statu quo, el modelo vigente, o, con nueva información, elegir otra vía”, escribe. Para ella, el escoger la otra vía es algo urgente porque “no hay duda de que nuestros hijos están viviendo un mundo que no sólo no es consciente de sus necesidades sino que, de hecho, los está dañando”.
La hiperpaternidad tiene distintas formas y grados, aunque el fondo (los hijos como el eje sobre el que giran las vidas de los padres), es el mismo. Encontraríamos figuras como la de los padres-helicóptero (sobrevolando sin descanso las vidas de sus retoños), los padres-apisonadora (quienes allanan sus caminos para que no se topen con ninguna dificultad), los chófer (que pasan los días llevando a sus hijos de extraescolar en extraescolar), los hiperprotectores (cuyo fin es evitar cualquier accidente, por lo que algo antes natural para un niño, como subirse a un árbol, resulta impensable), los muy españoles padres-bocadillo (quienes persiguen a sus hijos o hijas en el parque con la merienda en la mano) y las más novedosas madres-tigre, representadas por la china-estadounidense Amy Chua, quien dirige de forma implacable las existencias de sus dos hijas. Su sistema está descrito con todo detalles en el libro Madre tigre, hijos leones (Temas de Hoy), que se ha convertido en un desconcertante superventas.
La hiperpaternidad puede llegar a ser agotadora para los hijos, porque en general implica agendas frenéticas. También lo es para los padres y madres, porque son ellos y ellas quienes los llevan de una actividad a otra, hablan con frecuencia con sus maestros (llegando al enfrentamiento si fuera necesario), supervisan sus deberes y, a menudo, los hacen junto a ellos. Recogen sus cuartos, preparan su ropa y mochilas, meriendas, cenas y desayunos y ponen y quitan mesas (porque los niños van tan cansados que no tienen tiempo para este tipo de tareas). También son los que planifican sus agendas e, incluso, sus amistades, interviniendo ante el menor conflicto con ellas... La hiperpaternidad es un trajín que puede durar muchos años y que, en opinión de los expertos, coarta en los hijos algo tan vital como es la independencia. También impide el aprender a partir de los errores cometidos, algo clave en el desarrollo personal. Con todo esto y si los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos, la pregunta es: ¿cómo se ha llegado hasta aquí?
“Creo que es debido a que los objetivos de los padres han evolucionado”, explica la psicóloga barcelonesa Maribel Martínez. “En tiempos de nuestros abuelos, el objetivo era que los hijos sobrevivieran a la guerra y a la posguerra, no pasaran hambre y, cuanto antes, se pusieran a trabajar para ayudar a la familia, que solía ser numerosa. En los de nuestros padres, lo que ya se quería era asegurar que sus hijos pudieran estudiar y que tuvieran mejores posibilidades laborales… En la actual generación de padres con hijos pequeños –prosigue esta experta en psicología familiar–, las prioridades son otras: que los hijos sean brillantes, triunfen y que tengan de todo. Parece que su éxito y su fracaso sean nuestros y que para ello, tengamos que ser los mejores padres del mundo”.
Martínez cree que este afán por el éxito de los hijos es el resultado de las nuevas presiones sociales. “Hay mucha competencia entre padres y muchísima información y esto crea inseguridad, pero no sólo a los padres”, matiza. “Nuestros hijos –añade– también viven con ansiedad, angustia incluso, tanta presión, tanta actividad, a todos los niveles”. Al igual que la doctora Levine, esta terapeuta cree que estar tan encima no es bueno para nadie: “La crianza empieza con los bebés quienes, obviamente, necesitan atención 24 horas… Pero los niños crecen y los padres, parece que no. Así, siguen ayudándolos a vestirse, a comer y a organizarse sus cosas. No se dan cuenta de que hay que dejarlos ir, dándoles responsabilidades, espacio propio y capacidad para tomar decisiones”.
Una de las consecuencias más comunes de la hiperpaternidad es que los niños, al estar tan estructurados y sobreestimulados ya desde pequeñitos, se aburren muy fácilmente. En un programa de la BBC sobre este tema, Lorraine Candy, directora de Elle Gran Bretaña y exhipermadre, comparó las dinámicas de sus primeros dos hijos con el tercero, a quien dejó más a su libre albedrío: “Con los dos mayores, de 9 y 8 años, fui una madre a tope, totalmente influida por las corrientes de estimulación imperantes: los ocupaba toda la semana en actividades educativas, les compraba todo tipo de baby einsteins, mozarts y similares, nos íbamos mucho de viaje, siempre arriba y abajo…”. El punto de inflexión llegó cuando, un domingo, después de haber estado dando vueltas todo el fin de semana, la familia llegó a casa agotada y el mayor, al poco de entrar, le dijo: “¿Y ahora, mamá, qué más hacemos?”. La periodista vio que algo no iba bien. “Con mi tercer hijo, que tiene cinco años, decidí bajar totalmente el ritmo. Es un niño mucho más relajado, mucho más seguro de sí mismo, juega muchísimo más solo… ¡Nada que ver!”.
Relajarse un poco es el primer paso para salir de la espiral de la hiperpaternidad. Madeline Levine, madre de tres hijos, recomienda darles a los niños “mucho tiempo de juego sin estructurar” para que, además de aprender a entretenerse, aprendan a gestionar sus horas. El juego es vital en su buen desarrollo. Irónicamente, con tanta actividad no se les da espacio para algo tan fundamental.
La facilidad para el aburrimiento, sin embargo, no es el único resultado de una atención excesiva hacia los hijos. “Pueden haber también consecuencias psicológicas importantes –advierte Maribel Martínez– porque, con tanto control y seguimiento, el mensaje que acabamos dándoles a los hijos es que ‘me pongo aquí contigo, sistemáticamente, a hacer los deberes o a organizar tus tareas, porque tú solo no puedes’. Entre líneas, se les dice que no son capaces”. Martínez insiste en que no hay que intervenir siempre en las vidas de los hijos, aunque sea con las mejores de las intenciones.
Por ejemplo, si al niño le asustan los perros, no hay que cruzar de inmediato la calle cada vez que aparezca uno de estos animales en el horizonte (“es la mejor manera de potenciar el miedo, incluso, la fobia”). Si los padres están preocupados por el tema de la comida, el seguirlos por el parque con un bocadillo en mano o estar permanentemente encima de ellos cuando comen puede acabar “con un niño agobiado que puede o dejar de comer para llamar la atención o desarrollar un trastorno alimentario”.
Mientras algunos terapeutas anglosajones reivindican una “sana desatención”, como remedio a la hiperpaternidad, Martínez, es más partidaria de “observar sin intervenir”. “Es un concepto clave en los niños más pequeños, porque observar implica hacer activamente algo: mirar cómo tu hijo evoluciona y es capaz de superar las dificultades sin necesidad de la intervención constante de los padres”. Para ella, esta atención desde la barrera conseguirá que los niños puedan crecer, superarse y esforzarse: caerse y volverse a levantar: “Eso es lo que queremos, porque si han crecido entre algodones, si nunca han tenido que responsabilizarse de una mínima gestión de su vida, cuando llegan a la adolescencia se sienten incapaces, viven con mucho más miedo y los cambios les suponen un gran problema”.
“Los niños no quieren unos superpapis o supermamis –añade la psicóloga– sino que se les quiera y que pasemos ratos gratificantes con ellos pero, a la vez, respetemos sus espacios”.
Para ella, la clave es dejarlos más tranquilos y confiar en ellos porque, asegura, “son muy capaces” y es esa capacidad lo que hay que reforzar. “Los padres hemos de aprender a inmiscuirnos menos, dejarnos llevar un poco por nuestro instinto y observar cómo se espabilan, se desarrollan, buscan sus recursos y aprenden y, finalmente, reforzar ese esfuerzo, felicitarles. Este es el antídoto para este modelo de hiperparternidad”.

sábado, 18 de mayo de 2013

Els pares fan campana



LA DESAFECCIÓ ARRIBA A LES AULES
  • ·         Les eleccions a consells escolars toquen fons amb una participació del 9,6%
  • ·         Les ampes registren una fuga d'associats i els seus serveis perden usuaris
Les retallades han fet augmentar encara més, si això és possible, l'apatia. Si ja en èpoques de bonança econòmica la implicació de les famílies a l'escola era més aviat escassa, els ajustos pressupostaris i algunes mesures adoptades per l'Administració (la supressió de la sisena hora a primària o la implantació de la jornada intensiva a secundària) les han allunyat encara més. La desafecció augmenta, com demostra el fet que només un 9,6% dels pares que estaven cridats a votar a les últimes eleccions a consells escolars exercissin a Catalunya el seu dret. Just en un moment que és crític per a l'ensenyament públic.

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 L'ampa del col·legi Les Acàcies fa preparatius per al pròxim Sant Jordi. FERRAN NADEU

Aquest resultat trenca la tendència que es registrava els últims anys en aquest tipus de comicis, en què la participació de les famílies s'estava mantenint estable per sobre del 10%. I això que aquesta vegada, en ple procés electoral, la Conselleria d'Ensenyament ho va aprofitar per presentar una campanya convidant a la coresponsabilitat educativa dels pares i apel·lant al seu paper en l'èxit escolar. No hi va haver manera: com sol passar en aquestes eleccions, els més actius van ser els pares de guarderies i jardins d'infància, amb una taxa de participació del 32,9%. Els que s'hi van implicar menys, el 2,6%, van ser els que tenen fills a l'institut.
Han estat les primeres votacions a consells escolars amb Irene Rigau al capdavant de la Conselleria d'Ensenyament i amb José Ignacio Wert al càrrec del Ministeri d'Educació, recorden alguns per justificar la falta d'entusiasme dels progenitors. «En realitat, l'escola s'està fent ressò del signe dels temps: estem vivint, en tots els àmbits, no només en l'educatiu, un allunyament dels ciutadans respecte de les estructures preestablertes», reflexiona Marta Comas, investigadora de la Fundació Jaume Bofill i coordinadora del macroestudi Famílies amb Veu que està portant a terme l'entitat.
«Tenint en compte que el consell escolar és l'òrgan de participació dels diferents sectors de la comunitat educativa en el govern de col·legis i instituts, el fet que els pares li concedeixin una importància tan relativa es pot arribar a interpretar com que també ells relativitzen el pes de la seva veu en aquests òrgans de participació formal», constata. Lluny d'intentar incorporar les famílies en la presa de decisions escolars, recorda Marta Comas, la reforma educativa que prepara el ministre Wert «té previst reduir encara més aquest pes, a favor dels directors de centre».
TAMBÉ LES AMPES / El problema, de totes maneres, no afecta només els consells escolars, sinó també les associacions de mares i pares d'alumnes (ampes) -organitzacions d'afiliació voluntària que ofereixen serveis i organitzen activitats extraescolars-, que han constatat com els últims anys, amb la crisi, ha caigut el nombre de famílies que s'hi associen i, sobretot, el nombre d'usuaris dels diferents serveis que presten. «El problema de la falta d'implicació no és nou d'ara, però potser ja seria hora que les autoritats educatives i les escoles mateix es plantegessin com incentivar-la», observa Maria Vinuesa, de l'Associació de Mestres Rosa Sensat.
La investigadora Marta Comas creu que decisions com la supressió de la sisena hora a les escoles públiques, l'ampliació de la ràtio d'alumnes a les aules o la implantació de la jornada intensiva als instituts (mesures d'estalvi en què els governs no han tingut en compte l'opinió dels pares) no fan altra cosa que alimentar la desafecció. Són disposicions, recorda la tècnica de la fundació Bofill, que afecten de manera directa les famílies, que es veuen obligades, com a mínim, a adaptar la jornada laboral dels pares als nous horaris infantils.
I això que, segons testifica Anna Ramis, assessora de l'àrea d'Educació de la fundació de l'Escola Cristiana de Catalunya, una de les principals patronals de l'escola concertada, els últims anys «s'està apostant, cada vegada més, per retornar als pares el poder d'educar els seus fills i s'ha demostrat que, com més implicació hi ha de les famílies en aquest camp, més bo és el rendiment acadèmic dels fills».
A TOTES LES EDATS / Això serveix també, adverteixen les pedagogues, per a les etapes d'ESO, batxillerat i formació professional. «Quan el nen creix, a secundària, el diàleg entre adults, és a dir entre pares i professors, ha de ser més fluid que mai», diu Ramis. Donar autonomia als fills no està renyit amb el fet d'estar pendents d'ells, «sinó que, al contrari, davant de les complicacions de l'adolescència, és més important que mai que la família i el professor estiguin en contacte», afegeix. «Encara que els pares tinguin tota la impressió que la seva veu ja no s'escolta», afegeix Comas.
La missió no és fàcil, admet Àlex Castillo, president de la federació d'ampes de Catalunya (Fapac). L'entitat, que ha posat en marxa una campanya per «donar visibilitat a les activitats que fan les famílies a l'escola», amb premis a les iniciatives més destacades, és conscient que «sempre hi haurà gent que passi del col·legi dels seus fills», admet Castillo. Però en canvi, afegeix, hi ha «altres famílies que, amb la corresponent atenció i acompanyament, segur que acabaran comprenent que col·laborar amb l'escola redunda en benefici dels nens». «La nostra campanya vol ser com una gota malaia, que incideixi en els valors positius de la participació», diu.

viernes, 17 de mayo de 2013

Dinar Escola Sant Martí



Vine a compartir amb els teus fills un dinar a l’escola.
Comparteix amb els Mestres i resta de pares una estona divertida


jueves, 16 de mayo de 2013

La esperanza de vida bajará si los niños siguen siendo tan sedentarios

De: La Vanguardia

Sólo un 25% de los chicos y un 8% de las chicas de primaria hacen la actividad física recomendable, según un informe del Hospital Sant Joan de Déu 

Barcelona. (Efe).- La esperanza de vida bajará en las próximas generaciones si los niños siguen siendo tan sedentarios, según un informe del Hospital Sant Joan de Déu que destaca que la actividad física se debe introducir desde la infancia porque, además de mejorar el rendimiento escolar, favorece la salud.

La falta de actividad física aumenta el riesgo de sobrepeso, obesidad, diabetes, hipertensión arterial, colesterol o asma, mientras que su práctica incide positivamente en la salud mental porque puede reducir el riesgo de sufrir enfermedades mentales a largo plazo o la gravedad de algunas alteraciones psicológicas.

Según el informe, sólo un 25% de los chicos y un 8% de las chicas de primaria hacen la actividad física que sería recomendable, un mínimo de 30 minutos al día de ejercicio moderado como pasear, ir en bici, bailar o nadar, y otros 30 de ejercicio vigoroso como correr o practicar un deporte a nivel avanzado.

Constata, además, que la juventud está cada vez más polarizada en jóvenes inactivos, que no hacen nada, y en jóvenes activos, con un exceso de actividad física, y que en ambos casos hay peligro para su salud, por defecto o por exceso.

El jefe del departamento de fisiología del Centro de alto rendimiento deportivo (CAR) de Sant Cugat y doctor en medicina y fisiología del FC Barcelona, Franchek Drobnic, y el jefe de la Unidad de asistencia del Consorcio sanitario de Terrassa, Luis Til, han señalado al presentar el trabajo que en los últimos años ha aumentado el número de menores atendidos por una lesión deportiva y de hospitalizados por lesiones graves.

Además, han remarcado que el ejercicio físico en humanos produce cambios profundos en el cerebro, en su estructura y volumen y que el ejercicio intenso aumenta la concentración de neurotransmisores, como la serotonina, la dopamina, la adrenalina y la noradrenalina, algunos de los cuales modulan procesos cognitivos como la consolidación de la memoria.
La doctora Angels Cazorla, neuróloga del Hospital Sant Joan de Déu, ha explicado que el ejercicio estimula las conexiones neuronales que son fundamentales en procesos relacionados con el aprendizaje y la memoria, y por ello es imprescindible establecer hábitos de actividad física en edades tempranas para asegurar una buena salud cognitiva en etapas posteriores de la vida.

En la rueda de prensa se ha recordado que los deportes también enseñan a aceptar las reglas, a valorar el compañerismo, a integrarse y a asumir responsabilidades, valores que ayudarán a los jóvenes en la edad adulta.

Los autores del informe alertan de que padres, entrenadores y educadores deben entender el deporte como una acción educativa y como una oportunidad para formar personas, más que una prueba competitiva.

En los últimos años se ha registrado un aumento del número de niños que tienen que ser atendidos por una lesión deportiva, debido a un exceso de práctica de actividad física o a una mala planificación de esta.

Se estima que un 20% de las lesiones que sufren los niños ocurren cuando practican un deporte porque el cartílago de crecimiento es más vulnerable a las tensiones, no tienen desarrolladas las habilidades motoras necesarias para determinados deportes, su superficie corporal con relación al peso es mayor y los equipos de protección no siempre están diseñados para ellos.